martes, 8 de julio de 2008

Una misma luna y dos geografías



Emigrar tiene mucho de olvido y más de pérdida. Las nostalgias son sólo la parte poética de cada historia personal, antídoto para luchar contra el tiempo que nos roba las imágenes que teníamos de siempre. Emigrar conlleva la necesidad de sobrevivir en espacios que no son los nuestros; decisión que nos mantiene alerta en tan larga aventura, asimilando los hábitos, el ambiente, las tradiciones y la lengua, sin que se nos exija el sacrificio de la propia identidad. Esta integración concertada entre las dos culturas forma la herencia que se transmite a los que nos siguen, no dejando caer en el olvido el idioma, las costumbres, los sabores de esa otra tierra que las distancia nos hace mítica, preservándola de elementos contradictorios y de perezas. Esta convivencia es trascendental para el entendimiento entre ambas geografías, y ¡quiénes mejor que los hijos -portadores de ambas banderas- para conjugar esas imágenes! Ellos -conscientes de esa dualidad- interpretarán el carácter de los lazos que les unen a sus orígenes sin necesidad de definir, y traducirán en el tiempo más adecuado los sueños de sus padres hasta entablar la deseada relación.

El pueblo que dejamos, la plaza, el árbol, la casa de los abuelos, el olor a los membrillos, la calle empedrada, el río o el mar ..., son estampas que pueden unirse, y convivir en perfecta armonía, a las experiencias que les ofrece su nuevo pais: espacio, paisaje, historia, literatura, arte, comportamientos, manera de ver la vida. Eso se sabe; nosotros lo sabemos, pero para ello debemos conservar lo primigenio de nuestras vivencias y mantener fértil la memoria, porque también sabemos que sin la memoria no hay raíces, y sin raíces se acaba la vida. Esta convicción nos impulsará a iniciar un viaje desdoblado –y no sujeto a itinerario- entre las dos orillas, porque no es extraña la necesidad de ver y sentir la tierra de los mayores, cuando los años van deteriorando las imágenes y antes que nos pueblen de ausencias. Después serán los hijos los abanderados.