jueves, 17 de marzo de 2011

La realidad de un sueño


Refugiada en los sueños, se aferra  a su imagen como náufrago a la vida. Le sobrecoge la idea de no poder sujetar su recuerdo, perdido en la intensidad hiriente de la ausencia. Se pregunta cómo hacerlo: aún tiene reciente sus caricias dormidas sobre la piel, aquel suave pleamar que se enredaba entre sus brazos, su sabor y su sentir. ¡Cuánto le falta! La sensación de añoranza sigue aumentando, le abruma. De nada sirve que no lo pierda definitivamente si se siente esclava de las distancias y llora ese recuerdo que sus lágrimas van dejando caer. Hoy el sueño se lo ha traído de nuevo. Ha surgido de la niebla húmeda que abre surcos blancos en el antracita de las noches. Así aplacó el miedo, pero no olvida los azules que dominan su pasado, y siente envidia de las gaviotas, dueñas de sus deseos, que pasan la vida meciéndose en él.

sábado, 5 de marzo de 2011

Una pérdida muy sentida



Le habíamos visto crecer, sin límites y en rápida monotonía con los años. Era un chavalillo en el que ya empezaban a destacar algunos de los rasgos que le caracterizarían más tarde: alto y flexible en lo adverso del tiempo. De pequeños, mis hijos gustaban de acercarse hasta él y buscar el refugio de sus brazos. A veces yo temía por su calma cuando le involucraban en sus juegos con la rudeza y la fogosidad de la edad, pero se mantenía siempre como el símbolo de la verticalidad y nunca le vi gesto de enojo o de congoja.

Cayeron las hojas para él y para mí, se nos fueron marcando pliegues con descaro. Su presencia era una constancia fiel, donde yo reflejaba el recuerdo de aquellos otros que mecieron mis infantiles caprichos, aunque no sé muy bien quién de los dos ambicionaba más la luz y un baño silente de azules. Me asombraba su carácter, su instinto de conservación que le enfrentó con frecuencia a una naturaleza caprichosa con esa magia que le hacía elevarse por encima de nosotros, mientras yo sentía tiritar mis raíces. No había nada que le doblegara. Sólo hubo una ocasión en que le faltó viveza y necesitó tiempo hasta que recobró el color fresco de su piel, y siguió compartiendo la esencia de la vida. Volvió a danzar en el aire.

Eso fue el ayer, hoy es el dolor y la derrota al ser vencido por una naturaleza borrascosa y tenaz, que abatió su vida dejando que el viento abriera una herida en la tierra sin defensas. Con él ha desaparecido un compañero fiel, bajo cuya sombra nos cobijábamos durante los veranos.