jueves, 12 de agosto de 2010

Vacaciones, crónicas de un camino


(Para todos los que ya han partido y para los que todavía irán)

Me cuesta desprenderme de las costumbres, del orden, del paisaje diario y armónico que va quedando atrás en el sitio de siempre. Ahora el entorno es fugaz en decisiones y me habla en un idioma diferente: Amberes, Lille, Senlis, París – al lado y al mismo tiempo distante – atrapado en las prisas de una circulación sin paciencia.

También nosotros tenemos prisa, pero aceptamos las reglas del juego que nos propone el horizonte, con sus colinas suaves y el color del verano en la tierra: un derroche de verdes y amarillos, despiertos ocres, acuarelas de una naturaleza en plena madurez. Es un camino por diferentes perspectivas y encrucijadas fáciles de alcanzar. Por ellas dejamos en espera la historia en Chartres, Orleans, Poitiers, para dedicarnos al encanto de lo que no conocemos aún. Escogemos lo tranquilo de una ruta interior donde el tiempo y los nombres parecen estar parados. Después, entre viñas todavía jóvenes y girasoles que obedecen al sol, nos va llegando la ternura de un campo medio dormido que nos ofrece hospitalidad y gastronomía.

Amanece. Tenemos que ceder estas imágenes a las nostalgias y regresar de nuevo a las prisas que nos llevan al sur. El tiempo se vuelve exigente. Todavía queda por afrontar distancias y descubrir espacios. Dejamos Angoulême y Bordeaux nos promete un mar que no es el que buscamos. Bayonne y St. Jean-de-Luz tienen ya un acento cercano, y por fin Hendaya, final y principio de circunstancias y momentos, que nos hace descubrir ese otro horizonte con perfiles que crecen hasta el azul y donde se funden los verdes.

Detrás se perciben promesas y encuentros.

1 comentario:

Nómada planetario dijo...

Un post que parece redactado desde la cabina de un avión volando a baja altura.
Saludos desde una noche con levante bendito. Atrás quedó el temible terral.