jueves, 17 de marzo de 2011

La realidad de un sueño


Refugiada en los sueños, se aferra  a su imagen como náufrago a la vida. Le sobrecoge la idea de no poder sujetar su recuerdo, perdido en la intensidad hiriente de la ausencia. Se pregunta cómo hacerlo: aún tiene reciente sus caricias dormidas sobre la piel, aquel suave pleamar que se enredaba entre sus brazos, su sabor y su sentir. ¡Cuánto le falta! La sensación de añoranza sigue aumentando, le abruma. De nada sirve que no lo pierda definitivamente si se siente esclava de las distancias y llora ese recuerdo que sus lágrimas van dejando caer. Hoy el sueño se lo ha traído de nuevo. Ha surgido de la niebla húmeda que abre surcos blancos en el antracita de las noches. Así aplacó el miedo, pero no olvida los azules que dominan su pasado, y siente envidia de las gaviotas, dueñas de sus deseos, que pasan la vida meciéndose en él.

2 comentarios:

ANTONIO CAMPILLO dijo...

Si, Pilar, debe ser duro sentir la niebla húmeda cotidianamente.
La añoranza agota.
Los recuerdos aturden y fatigan.
Pero, a pesar de todo ello, vivir ilusiona y alienta.

Nómada planetario dijo...

Hay recuerdos que calan hasta nuestra raíz.
Un abrazo desde una primavera que rebosa verde como nunca por estas latitudes.