Despierto en el azul mágico de un tiempo no recuperable. Estoy rodeada por las imágenes que quiero, tan familiares y al mismo tiempo diferentes, el mar y la montaña, las calles y su gente, la siesta y el bullicio. En ellas busco cualquier pequeño olvido, esa especie de inercia que el paso de los años nos impone. Todo pertenece a un período de fuertes contrastes en pigmentos y fragancias, de sentimientos desbordados, de insectos zumbadores; es tiempo de verano, membrillo y gazpacho.
Es verano y estoy de vacaciones. Son días que sólo exigen una narrativa discreta y un comportamiento perezoso, nada que intente competir con ese paraíso sugerente que tantas agencias prometen. Sin embargo, para los que quedan en casa, tras la fachada de lo cercano, de lo que parece cotidiano y de temperamento suave, pueden sentirse sorprendidos con el descubrimiento de otras posibilidades sin tener que cambiar de lenguaje.
Es verano y estoy de vacaciones en Málaga. No me moveré de aquí; mañana iré a la playa y cumpliré con el paseo de la tarde, pero hoy tengo una asignatura pendiente y un programa con nuevas propuestas. La primera es una visita a los Íberos, que encuentro instalados en una gran carpa al lado del puerto. Lo que sabemos de ellos nos lo contaron los griegos y hoy de nuevo los tenemos cerca al mostrarnos su vida cotidiana y familiar. ¡Qué hombres tan resistentes y decididos aquellos orgullosos pueblos, dispuestos a sacrificarse hasta el final! Defensores de su independencia, fueron sometidos por los nuevos invasores después de una larga contienda. Es mi viaje en el tiempo a través de todo lo que aportaron a la península ibérica, idioma, moneda, comercio, agricultura, y que me va dando a conocer una cultura que terminó doblegándose al poder de las legiones romanas. Reproducciones, maquetas, grabados y fotografías, incluso la puesta en escena de un poblado y de un impresionante guerrero montado a caballo hacen más palpable su presencia. Hay muchos interesados visitando la exposición, mayores y niños, escolares y turistas que buscan en sus vacaciones algo más que sólo el mar como lugar de destino. Al terminar el mes de junio los Íberos se llevaron sus enseres dando por terminada su estancia en esta capital.
La segunda propuesta es el palacio de Villalón, en el mismo centro histórico de la ciudad. Un edificio del siglo XVI que se erigió sobre los restos de una factoría romana. Alcanzó su importancia a partir del casamiento en 1707 de Catalina Victoria de Villalón y Mendoza con el marqués Gaspar de Brocamonte, que lo hicieron su residencia. Al morir los marqueses sin descendencia, el palacio estuvo cerrado durante décadas hasta que fue comprado por Avelino España, conocido hombre de negocios de la sociedad malagueña, en el siglo XIX. Más tarde pasa a otras manos y ya en los años cincuenta del siglo pasado se instala en él un negocio de cristalería y loza. El palacio, ejemplo de la arquitectura renacentista malagueña, ha sido víctima de transformaciones para adaptarlo al gusto de las distintas épocas, que no le favorecieron para nada. Así quedó en la memoria de la ciudad, entregado a las imposiciones de la Historia. Restituidas sus trazas originales, ha recuperado la entrada original y sus dos plantas superiores, desde las que se puede observar el patio principal del edificio que vuelve a tener el carácter que nunca debió de perder.
Las calles han crecido, se han hecho anchas en torno del palacio, pero sin perder el sabor de la tradición. Son reconocibles todos sus acentos como iglesias, plazas y estrechos pasajes; vuelve a hacerse visible una realidad. También el palacio ha recobrado su elegancia y forma parte de la vida social y artística de la ciudad. Durante mucho tiempo fue condenado al silencio. Ahora tiene su propio lenguaje, es museo y acoge en sus salas la colección Carmen Thyssen Bornemisza. En el interior de ellas se nos invita a recorrer la historia de los géneros en la pintura español del siglo XIX, con particular atención a la pintura andaluza. Esta es una visita que bien merece un capítulo aparte y toda mi dedicación. Es algo que enriquecerá mis vacaciones.
3 comentarios:
No sé si a la entrada de la exposición sobre los iberos habría gente recogiendo firmas para devolver a la Dama de Baza a su lugar de origen (me llegó por Internet el asunto).
Saludos.
Excelente relato de eso perezosos días en los que se automatiza cualquier actividad distinta a: paseo para bañarse-paseo de descanso, bañarse en un mar azul-descansar y tomar el sol…
Pero tu inquietud, Pilar, es descansar saludando a los sentidos. Recordar y aprender mientras se toma el fresco. Visitar a tu querido arte en una nueva ubicación. Absorber y recrearte en la belleza mezclando sopor veraniego con cultura.
Creo que has descrito unas excelentes vacaciones en el espacio del pasado transformado por el paso de su amigo, el tiempo.
No lo ha conseguido en su totalidad porque se sigue reconociendo el espacio a pesar de los nuevos cambios surgidos.
Han sido unas bellas vacaciones, Pilar.
Un fuerte abrazo.
Recibe mis felicitaciones en tu santo en primer lugar.
El palacio ha quedado estupendo tras una rehabilitación de bastantes millones de euros. Lo que no entiendo es que si este dinero ha salido del bolsillo de la ciudadanía, ¿por qué cobran la entrada?
¿Para favorecer las arcas de la baronesa?
Lo considero una doble imposición.
Un abrazo.
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