viernes, 6 de marzo de 2009

La victoria empieza en Alkmaar


Se equivocó Alba al poner sitio a aquella pequeña ciudad en el norte de Flandes cuando ya estaba cerca el otoño y se anunciaban las lluvias, pero a Don Fadrique Álvarez de Toledo, hijo del temido duque, le venció su orgullo y las prisas: necesitaba del éxito militar para alcanzar la mirada condescendiente del rey, al que le había caído muy mal que no cumpliera su palabra de matrimonio con Magdalena de Guzmán. Estuvo encarcelado breve tiempo, pero la suerte –o quizás fue lo contrario– le tocó de cerca cuando Felipe II le envía a Los Países Bajos como comandante de las tropas españolas. Convencido de que sólo seis meses serían suficientes para dominar a esos mendigos holandeses, su método más efectivo para conseguir el respeto era hacer rodar algunas cabezas.

Los españoles consideraban la ciudad de Alkmaar como poca cosa; apenas fortificada y con escasas defensas. La población simpatizaba con el príncipe Guillermo de Orange, era tíbiamente católica y no conocía el fuego de la Inquisición. Por estos motivos adormecía sus presuntos temores y ocupaba los últimos días del verano en los quehaceres en el campo. Sin embargo, para Don Fadrique la cosa estaba clara, ya no era tiempo de medias tintas: Alkmaar necesitaba una dura experiencia para aprender. Hombre en extremo cauteloso, perdió demasiado tiempo en la preparación del asedio, como también en acallar a sus soldados amotinados por la falta de paga. Incluso problemas personales de salud hicieron que fuera ya finales de agosto cuando se encontró con su ejército delante de las puertas de la ciudad. Este retraso fue el mayor error de su vida: no contó con la lluvia, casi siempre presente en el país. El mal tiempo y la tierra enfangada dificultaban el movimiento de los soldados, pero aún así el cerco no quedaba decidido por ninguno de los dos bandos, hasta que los de Alkmaar tomaron medidas más drásticas con la rotura de los diques que la defendían del mar. Con el agua hasta las rodillas y los cañones medio hundidos en el barro, a los españoles no les quedó otra solución que la retirada. Aún hoy se celebra el día 8 de octubre esta victoria con desfiles, conciertos y bailes.

Si en Alkmaar fue el comienzo de la victoria, los primeros disturbios de resistencia contra la dominación española tuvieron lugar con la decapitación de los condes de Egmond y Horne, en Bruselas. Lamoraal, conde de Egmond y príncipe de Gavere, descendía de una de las más ricas familias de los Países Bajos y estaba emparentado con Felipe II. Se destacó por su valor en la batalla de San Quintín, por lo que fue nombrado gobernador de Brabant y Artois por el rey. Pero su relación no tardaría en tener otros visos más peligrosos para el conde, y esto me lleva al pasado de Los Países Bajos, a su historia y a los acontecimientos que influyeron en ella, y a la exposición que presenta el Museo Municipal de Alkmaar, "Poder y Mística, Egmond en la Edad Media".

En el término municipal de Egmond, en el sur-oeste de Alkmaar, fue fundada una abadía por los monjes de la Órden de los Benedictinos. Con ayuda de cuadros, dibujos, estampas y grabados, descubrimientos arqueológicos y escritos, vamos tomando conocimiento del crecimiento de lo que llegó a ser el más importante centro cultural de la Edad Media. En dos ocasiones fue destruída y vuelta a levantar. En el siglo XI un linaje de caballeros se instaló al norte de la abadía, en lo que sería el castillo de los condes de Egmond.

La exposición está dividida en dos terrenos: el de la abadía y el del castillo. La abadía –la mística de Egmond– nos descubre su historia, la vida en ella, el cuidado de los enfermos, la escritura y la liturgia, el monje Adalberto* y los condes de Egmond. Dos muestras importantes son el Evangeliario** del siglo IX, encuadernado en oro y piedras preciosas, y la caja de reliquias donde se transportaron los huesos de Adalberto y el relicario donde se muestran. En el terreno del castillo –el poder de Egmond– se detalla su origen, la vida y la cultura de los caballeros, y cómo los señores de Egmond llegaron a ser condes. La gran cantidad de objetos que se han descubierto en el lugar donde se alzaba el castillo forman la historia del sitio.

El conde Lamoraal de Egmond quedó fiel a su rey Felipe II y a sus creencias católicas hasta su muerte, pero confió demasiado en el duque de Alba, dejándose coger prisionero con mucha facilidad. Unas de las consecuencias del asedio de Alkmaar y de toda la situación política de entonces fue la destrucción del castillo de Egmond, no por los soldados de Don Fadrique Álvarez de Toledo, sino por órden de Guillermo de Orange que temía cayera en manos de los españoles.

La historia de "la guerra los ochenta años" no había terminado aún ...


1 febrero 2009


* Adalberto: fue un ardiente misionero de origen inglés, aunque al mismo tiempo paciente y amable. Alrededor del año 720 empezó a predicar en el norte de las provincias holandesas, y construyó una iglesia en Egmond. Allí quedó enterrado y su tumba se convirtió en un centro de peregrinación.

** El Evangeliario de Egmond

El Evangeliario de Egmond es sin duda uno de los objetos históricos-culturales del principio de la Edad Media más importantes de Holanda. Además de su importancia como documento histórico, contiene las imágenes más antiguas de personajes holandeses y edificios, y representa igualmente uno de los tesoros religiosos más antiguos que han quedado guardados.

Alrededor del año 975 el libro era propiedad de Dirk II, conde de Holanda desde aproximadamente el año 939
hasta 988, quien ordenó encuadernarlo y adornar con oro y piedras preciosas. Este escrito manual lo regaló a la Abadía de Egmond. Para esta ocasión hizo añadir dos miniaturas, que representaban esta entrega. En la primera de las miniaturas vemos como Dirk y su esposa Hildegard dejan el libro sobre el altar. A la izquierda en la parte superior de la página está el texto "Este libro fue regalado por Dirk y su querida esposa Hildegard al piadoso padre Adalbert, para que él los recuerde con justicia en la eternidad".

El Evangeliario permanece hasta el siglo XVI en Egmond. Durante las revueltas del movimiento iconoclasta se lleva primero a Haarlem y a continuación a Colonia para su seguridad. A principios del siglo XIX fue de nuevo descubierto en Utrecht y por su importancia histórica el estado holandés lo depositó en la Biblioteca Real.

http://www.boekendingen.nl/wp-nieuws/?p=2609



1 comentario:

Nómada planetario dijo...

El expansionismo de la monarquía de los Austrias fue un lamentable capítulo, del que solo se han enseñado versiones edulcoradas durante el régimen franquista.
Lo hicieron pasar mal hasta a los propios españoles.
Saludos desde la distancia.