Deventer op Den Berghe
Me sedujo un sol destartalado esta mañana, para dejarme tirada de nuevo en el gris de siempre. No pude retenerlo. A veces hay que dejar vagar nuestros deseos, olvidar los desengaños. Sin hacer caso de su ausencia, fui a recorrer las calles sometidas al tiempo. La ciudad festejaba el día con banderas y colgaduras en las fachadas de los edificios. Personajes de comedia paseaban mesuradas, damas en terciopelos y caballeros que hacían uso de encajes y de espadas. Plumas en el tocado para ellas, y pelucas para ellos. Tambores y flautas ponen música a un paisaje propio de la Edad Media. Entre los componentes del evento hay también artesanos, pregoneros, barberos, sacamuelas. Abigarrada masa de mendigos sin zapatos, ciegos con lazarillos, trovadores ambulantes, soldados de la época imperial. Hasta clérigos sermoneros amenazando con el fuego del infierno.
Se ofrece un coloreado contraste entre los vaqueros con camisetas, y las largas vestiduras de los más respetables representantes de la época. Una incruenta batalla entre el hoy y el ayer. Incompatibles caracteres que señalan el tiempo que a cada uno nos ha tocado vivir. El camino invita a seguir: disciplentes miran las veteranas piedras de las iglesias, conscientes de su protagonismo, y dejan que reboten en ellas la voz libre de unos monjes en blanco. En la calle, hay presencia de antiguos mercados, puestecillos que muestran su atractivo, y una divisa en la pared: "Fide sed cui vide" La ciudad es un teatro abierto, las ventanas en las casas son palcos para saciar la curiosidad. Dicen que en una de ellas se alojó el temido Alba: su nombre es ahora sólo piedra. Corta el aire el grito seco de una trompeta anunciando la llegada de viejos heraldos a caballo, y en una esquina aparecen varias damas de vida alegre, que ríen sin temor a la brevedad de la vida. Sueña el río abrazando en silencio a la ciudad, y la historia se hace señora de ella.
Me sedujo un sol destartalado esta mañana, para dejarme tirada de nuevo en el gris de siempre. No pude retenerlo. A veces hay que dejar vagar nuestros deseos, olvidar los desengaños. Sin hacer caso de su ausencia, fui a recorrer las calles sometidas al tiempo. La ciudad festejaba el día con banderas y colgaduras en las fachadas de los edificios. Personajes de comedia paseaban mesuradas, damas en terciopelos y caballeros que hacían uso de encajes y de espadas. Plumas en el tocado para ellas, y pelucas para ellos. Tambores y flautas ponen música a un paisaje propio de la Edad Media. Entre los componentes del evento hay también artesanos, pregoneros, barberos, sacamuelas. Abigarrada masa de mendigos sin zapatos, ciegos con lazarillos, trovadores ambulantes, soldados de la época imperial. Hasta clérigos sermoneros amenazando con el fuego del infierno.
Se ofrece un coloreado contraste entre los vaqueros con camisetas, y las largas vestiduras de los más respetables representantes de la época. Una incruenta batalla entre el hoy y el ayer. Incompatibles caracteres que señalan el tiempo que a cada uno nos ha tocado vivir. El camino invita a seguir: disciplentes miran las veteranas piedras de las iglesias, conscientes de su protagonismo, y dejan que reboten en ellas la voz libre de unos monjes en blanco. En la calle, hay presencia de antiguos mercados, puestecillos que muestran su atractivo, y una divisa en la pared: "Fide sed cui vide" La ciudad es un teatro abierto, las ventanas en las casas son palcos para saciar la curiosidad. Dicen que en una de ellas se alojó el temido Alba: su nombre es ahora sólo piedra. Corta el aire el grito seco de una trompeta anunciando la llegada de viejos heraldos a caballo, y en una esquina aparecen varias damas de vida alegre, que ríen sin temor a la brevedad de la vida. Sueña el río abrazando en silencio a la ciudad, y la historia se hace señora de ella.
Desposeída de prisas, extremo la mirada y sigo curioseando su pasado. Quiero ir más allá de lo incorruptible, de su fuente. Superar su lluvia, lo que no me pertenece. Para ello indago rincones, consulto piedras, reconozco disfraces, busco respuestas. Persigo obtinada las ilusiones de un pasado irreversible. De momento sólo me responde el bullicio de su gente, mientras las imágenes – asumido su tiempo - se alejan en las decrecidas sombras de la ya vencida tarde.
1 comentario:
Una excursión muy entretenida por esa urbe, en la que por un momento aparece el túnel del tiempo.
Abrazos desde el presente.
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