viernes, 16 de octubre de 2009

Por la ruta de los castaños hasta la memoria



Foto: wikipedia



Una visita a Ronda

Acostumbro a discutir con mis recuerdos, me desafían entre guiños del tiempo y mis propias dudas. Cada vez con más frecuencia los encuentro deambulando en el laberinto de perplejidades y olvidos en que se está convirtiendo mi memoria. También hoy acuden conjugando nombres y citas; me acompañan en esta ruta que tiene para mí el sabor dulce de anteriores travesías, enfrascados en buscar el equilibrio entre las tradiciones y el impulso de la modernidad.

Muchos son los caminos que llevan a Ronda. Yo escojo siempre la carretera de la costa, que deja con pereza atrás el mar y se asoma a pueblos blancos y pequeños, a valles de colinas suaves, y a zonas rocosas y abruptas, curiosea entre huertos, olivos y –por supuesto– castaños. En mis recuerdos juega aquí la imagen que tengo de una carretera temeraria para valientes conductores del Seat 600, que ahora se ha hecho amable. Dionisio Ridruejo puso la poesía:

"Salva los campos de labor, se pierde
hacia las duras piedras.
Montes quiebran el cerco de los montes
y con la Luz el corazón se aleja.
Vuelve y es en mis ojos universo
pequeño y bravo la ceñida tierra."

Ahora, igual que entonces, vuelvo a la belleza de los valles del Guadiaro, Guadalteba y del Genal. Más allá están los parques nacionales, Grazalema, Sierra de las Nieves, Los Alcornocales, que guardan tesoros incalculables como el águila real o el buitre leonado, y en especial el pinsapo –árbol nacional andaluz– emblema de la serranía de Ronda. Son estampas de un paisaje que continúa existiendo en mí desde que hice a Ronda lugar de destino, y me sigue asombrando el perfil de esta tierra, unas veces armonioso y otras agreste, como ya lo hizo con todos los que llegaron a ella desde sus orígenes: celtas, fenicios, griegos, romanos.

"Avistamos Ronda. Estaba enroscada en la sierra, como una prolongación natural del paisaje y, a la luz del sol, me pareció la ciudad más hermosa del mundo". Hago mías las palabras de Juan Goytisolo para escribir lo que yo también siento cada vez que llego a esta ciudad, y que se repite en cada una de mis visitas. Es difícil poner nombre a los sentimientos que la vista del Tajo te inspira. Decía José María Pemán que "si nos asomamos a él podemos encontrar en el fondo miedo, vaticinios, oraciones o versos". Yo reconozco la fragilidad del hombre ante la naturaleza, y siento el vértigo que la verticalidad inmensa me produce. El "puente nuevo" salva este barranco de más de cien metros de profundidad y une la Ronda histórica con calles empedradas, casas de balcones enrejados y miradores, monumentos, plazas e iglesias, con la Ronda moderna y comercial, que además cuenta con la plaza de toros más antigua de España.

Ronda ha atraído a visitantes desde siempre por lo mágico de su entorno y el romanticismo que rodea a sus personajes. La leyenda y la realidad se confunden al tratar a bandoleros como el "Tragabuches", "Pasos Largos", el "Pernales" o "Luis Candelas", hombres enfrentados a la ley, que en ocasiones también fueron generosos y que sirvieron de inspiración para diferentes historias. Y no olvidemos que Ronda es la cuna de la tauromaquia y de la figura cumbre del toreo, Pedro Romero. Todo esto y la instalación de la Real Maestranza de Caballería, le dio un atractivo que difundieron escritores como Gustavo Doré, Prosper Merimeé, Théophile Gautier, Washington Irwing, Ernesto Hemingway, Richard Ford, Luis Cernuda. Para ellos y para mí es Ronda la ciudad soñada, haciendo verdad lo que dijo Rainer María Rilke de ella.

"Las casitas de esta calle de Ronda, con sus cierres en la planta baja, parece que crían barriga. Estas otras tienen los cierres altos ... Inclinan la frente. De uno a otro lado de la calle diríase que se quieren acercar, para comunicarse una confidencia maliciosa, sobre el transeunte que pasa". Pienso en estas palabras de Eugenio D'Ors mientras paseo por las calles del centro de la ciudad con fachadas blancas y cercanas, y busco entre lo mítico y lo real el contraste entre el pasado y el carácter cosmopolita de ahora, entre lo recatado y el bullicioso sonido del ambiente y de su gente. Me enfrento de nuevo con un tiempo que tiene un concepto muy personal para despertar perplejidades y olvidos, para retroceder o acelerar los períodos que vivimos. De esta forma trato de sujetar estas escenas que tanto me dan a sentir, un rincón acogedor para fotografiar, esta plazita donde descanso a la sombra de una acacia, el interior de una iglesia, el jardín tan sorprendente de flores. Imágenes que no son distintas a las que en otras visitas viví, pero tienen un lenguaje diferente, y que –como dijo Tagore– se harán recuerdo cuando llegue a mi destino; ellas sólo son cosas útiles mientras hacemos el camino. Así pués, tendré de nuevo que confiar en mi memoria.

2 comentarios:

Annick dijo...

Ronda es una de mis ciudades preferidas . En cuanto vienen gentes de fuera los invito a pasear por sus calles y asomarse desde el puente y ver su plaza de toros , claro.

Abrazos desde Málaga.

Nómada planetario dijo...

Ronda es uno de las joyas de la corona de Málaga, a pesar de las riadas del turismo ha sabido conservar el sabor de lo auténtico.
Saludos desde un verano permanente.