
Para todos los que creen en los cuentos, que de ellos es la ilusión.
En los cuentos de hadas el Tiempo es caprichoso, a veces tiene prisa, otras se demora, gira en círculos invertidos, y hasta hace dormir años a príncipes y princesas que tienen como madrinas a las hadas. Quise ser una de ellas: oro en el cabello y faldas largas de transparente muselina. En las manos una varita mágica que no fuera motivo de problemáticas ausencias, hechizos torpes y conjuros. Quise tener mi propio bosque, y en el bosque un lago donde se bañaran hadas y duendecillos malhumorados, algún que otro gnomo, y sueños que tuvieran sed. También me hubiera gustado tener una casita de caramelo y chocolate, setas habitadas, y magos que cumplieran todos mis deseos en las noches víspera de luna llena.
Quise tener un bosque y, a cambio de esto, tuve un jardín con árboles como gigantes, hojas amontonadas, flores, y multitud de rincones secretos – mi Isla encantada- que nada tenía que ver con el mundo de los mayores. Allí, entre las claroscuras sombras en tardes calurosas y en las brisas de las noches de verano, comprendí que la verdadera magia es ver más allá de las imágenes escritas en los cuentos, y fue el Cantor de Vientos quien me llevó a ese reino cercado quien, con su rumor persuasivo, me hizo apreciar los sonidos y escuchar el murmullo de un tiempo que no terminaba de pasar. Acurrucada en mi rincón favorito protagonicé historias fantásticas e interesantes encuentros: observé a cisnes desnudos bailando a la luz de la luna, conocí a Tomás el Versificador, fuí testigo de cómo Orfeo liberaba a su esposa, me enteré de cómo Morgan - la más famosa de todas las hadas - se llevó con ella a Arturo, el Rey. Me sentí viajar en un tiempo trémulo de incertidumbres, en un espacio más allá de los Confines y que ha quedado ya invisible en la historia para siempre.
No, no tengo un bosque, pero sí tengo un jardín con tulipanes, iris, jacintos, y sombras donde juega con frecuencia el Viento, y en el que duerme mi mal criado gato – dueño y señor de todo el territorio – que lo único que espera es cazar ratones, y de esos también suele haber muchos en mi jardín.
2 comentarios:
Creo que en realidad siempre creí más en las brujas que en las hadas, por algún motivo me parecían más reales o verosímiles, claro que pensaba que también había brujitas buenas.
Después de leer tu precioso texto, me inclino a pensar que, en realidad, las hadas vienen y van con el viento, o que según el viento que sople, viven en cada uno de nosotros o nos abandonan, como hacen a veces las musas.
Tienes una magnífica prosa.
Ha sido un placer leerte aquí también.
Besos
Narci
Muchas infancias están pobladas de seres míticos, cada cual lleva a cuestas sus castillos de ensueño.
Felices fiestas.
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