sábado, 12 de diciembre de 2009
En el país de las hadas
Para todos los que creen en los cuentos, que de ellos es la ilusión.
En los cuentos de hadas el Tiempo es caprichoso, a veces tiene prisa, otras se demora, gira en círculos invertidos, y hasta hace dormir años a príncipes y princesas que tienen como madrinas a las hadas. Quise ser una de ellas: oro en el cabello y faldas largas de transparente muselina. En las manos una varita mágica que no fuera motivo de problemáticas ausencias, hechizos torpes y conjuros. Quise tener mi propio bosque, y en el bosque un lago donde se bañaran hadas y duendecillos malhumorados, algún que otro gnomo, y sueños que tuvieran sed. También me hubiera gustado tener una casita de caramelo y chocolate, setas habitadas, y magos que cumplieran todos mis deseos en las noches víspera de luna llena.
Quise tener un bosque y, a cambio de esto, tuve un jardín con árboles como gigantes, hojas amontonadas, flores, y multitud de rincones secretos – mi Isla encantada- que nada tenía que ver con el mundo de los mayores. Allí, entre las claroscuras sombras en tardes calurosas y en las brisas de las noches de verano, comprendí que la verdadera magia es ver más allá de las imágenes escritas en los cuentos, y fue el Cantor de Vientos quien me llevó a ese reino cercado quien, con su rumor persuasivo, me hizo apreciar los sonidos y escuchar el murmullo de un tiempo que no terminaba de pasar. Acurrucada en mi rincón favorito protagonicé historias fantásticas e interesantes encuentros: observé a cisnes desnudos bailando a la luz de la luna, conocí a Tomás el Versificador, fuí testigo de cómo Orfeo liberaba a su esposa, me enteré de cómo Morgan - la más famosa de todas las hadas - se llevó con ella a Arturo, el Rey. Me sentí viajar en un tiempo trémulo de incertidumbres, en un espacio más allá de los Confines y que ha quedado ya invisible en la historia para siempre.
No, no tengo un bosque, pero sí tengo un jardín con tulipanes, iris, jacintos, y sombras donde juega con frecuencia el Viento, y en el que duerme mi mal criado gato – dueño y señor de todo el territorio – que lo único que espera es cazar ratones, y de esos también suele haber muchos en mi jardín.
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2 comentarios:
Creo que en realidad siempre creí más en las brujas que en las hadas, por algún motivo me parecían más reales o verosímiles, claro que pensaba que también había brujitas buenas.
Después de leer tu precioso texto, me inclino a pensar que, en realidad, las hadas vienen y van con el viento, o que según el viento que sople, viven en cada uno de nosotros o nos abandonan, como hacen a veces las musas.
Tienes una magnífica prosa.
Ha sido un placer leerte aquí también.
Besos
Narci
Muchas infancias están pobladas de seres míticos, cada cual lleva a cuestas sus castillos de ensueño.
Felices fiestas.
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