viernes, 19 de febrero de 2010

Visita del Príncipe Felipe a Deventer, en Los Países Bajos (1549)


Felipe II Príncipe de Asturias
Tiziano, 1551




No sé como ha llegado hasta aquí, quizás enviada por los Dioses, o puede ser su fugado Ka quien va moldeando balbucientes huellas en las piedras de las calles, húmedas de la insistente lluvia. Lo desconozco. Ella refugia su respuesta en el silencio, y retiene su secreto entre los brazos amurallados de esta ciudad, en la que se nota un aire de reforma religiosa, a pesar de que el Emperador está empeñado en llevar a muchos herejes a la hoguera. Ha sido hoy, en un invierno prematuro y empeñado en robar protagonismo, cuando he vuelto a encontrarme con Uxa: gesto de curiosidad, ojos que delatan ausencias y desvelos.

Descubrí su perfil entre una muchedumbre alborotada que espera la llegada del heredero Don Felipe. ¡Te hubiera gustado estar aquí, estoy segura de que habrías quedado asombrado! ¡Qué lujo y qué riqueza mostraba su séquito! Le acompañaban más de dos mil soldados, con banderas, pífanos, y atambores. El príncipe tiene la tez clara, y en el pelo el reflejo tibio de la luz de esta tierra, pero su barbilla es bastante pronunciada y sus labios son gruesos. Enjuto de cuerpo, vestía jubón negro y cuello almidonado que le daba un porte rígido y severo. Su mirada no reflejaba nada de la alegría del pueblo, y se notaba su poca afinidad con los rústicos habitantes de este pantanoso país. Se rumorea que el viaje ha sido hecho con pocas ganas. Mientras, yo seguía cada paso de Uxa, que todo esto lo hacía compatible con su pasado, deshaciendo imposibles, coqueteando con las imágenes, seduciendo la historia.

El día había estado impregnado de música y bebida, de entrechocar de aceros, caballos, gritos. La gente que ahora empezaba a mostrarse vencida, regresaba a sus hogares. Aquí anochece temprano. A Uxa no le quedó más que volver al principio de donde siempre viene, que ya empieza a desvanecerse en el tiempo, con la seguridad de que la luz que siempre lleva encendida le guiará a el espacio que le marque su Destino.

A mí me acompañará siempre la duda de saber si alguna vez se encontrará contigo.



11 de octubre de 1549
Daventria, Los Países Bajos.
Crónica de la visita del príncipe Don Felipe

miércoles, 17 de febrero de 2010

domingo, 7 de febrero de 2010

Una pasión desenfrenada



Hay una gran dosis de lirismo en la afición que tienen los holandeses por el patinaje sobre hielo. Con seguridad es algo propio que se encuentra en sus genes. Pocos son los nacidos en este país que no sepan patinar. Desde el momento en que el otoño ha sido vencido, se abren las pistas de hielo artificial, y niños y mayores se apresuran a poner a prueba su destreza en esta asignatura. Sin embargo, esta pasión arrastra todas las templanzas con la aparición de las primeras heladas, que les hace soñar con el patinaje sobre el hielo natural en canales, acequias y estanques.

El invierno en Holanda significa un ambiente acogedor de nostálgicas tradiciones, escarchas en las ventanas y largos recorridos sobre el hielo. El poder deslizarse sobre el agua congelada, la magia de una naturaleza blanca, el sonido de las cuchillas sobre la superficie, el compartir unas sensaciones, ponen un acento diferente en este deporte y en su larga historia cultural. Se necesitan varios días seguidos de heladas para que el hielo tenga el grosor necesario para patinar –aunque para algunos impacientes sea dificil aceptar cualquier espera– y es esta forma de diversión una de las pocas cosas positivas que pone en pie, de una manera colectiva, a todos los holandeses.

Los que más han contribuido a dar esta imagen apasionada por el hielo a Holanda han sido los famosos "paisajes invernales" del Siglo de Oro holandés. El cuadro "El regreso de los cazadores", de Pieter Breughel, es la pintura más antigua en la que se muestra a patinadores sobre pequeñas pistas de hielo. Una imagen que también puedes encontrar ahora en un día de helada. Desde principios del siglo XVII este tema se hace muy popular gracias a Hendrick Avercamp, que se especializa en estos paisajes: un aire peculiar, molinos, diques, una vieja ciudad al fondo, gente patinando; tantas cosas y tantas historias.

Hendrick Avercamp fue un gran observador. Esto nos lo muestran sus pinturas, ricas en detalles y picantes anécdotas, parejas acariciándose, traseros desnudos, y hombrecillos que se bajan el pantalón. Escenas que, sin lugar a dudas, vería cuando de niño iba con sus padres a patinar, ambiente que siempre le hizo feliz y que él vivía interiormente de una manera diferente, ya que era sordo desde su nacimiento.

Sin embargo, también nos ha dejado ver en sus cuadros la dura realidad de la vida en los fuertes inviernos: el cadáver de un caballo que se ha hundido en el hielo, una mujer que lava la ropa en el agua helada, un leñador que recoge madera para poder calentar su casa; en sus pinturas hay de todo para descubrir. De Avercamp tenemos además dibujos en papel –lápiz y tinta– que más tarde fueron enmarcados. En ellos está también la gente como protagonista y que ya figuran en otros de sus lienzos, un afilador de patines, un cazador de patos, obreros y elegantes personajes. Ricos y pobres juntos sobre el hielo. Curiosamente esta afición al hielo no tiene sólo un lado artístico, sino también ocupa un lugar en la historia durante la "Guerra de los ochenta años". In diversas crónicas de aquel tiempo se menciona con regodeo cómo el duque de Alba, en el asedio a la ciudad de Haarlem en el duro invierno de 1572-73, confió demasiado en la habilidad de sus soldados y encargó cientos de pares de patines para enfrentarse a las tropas de Guillermo de Orange. Lo que presentía cada uno de los holandeses se hizo realidad: por la completa impotencia de los soldados españoles para moverse sobre el hielo, se afianzó la magia de los soldados patinadores de Orange y los enfurecidos españoles terminaron tirando los condenados patines. En el hielo es el "homo ludens" quien determina el juego.

Fuentes consultadas:
http://www.rijksmuseum.nl/ijspret?lang=nl
Exposición: 20 noviembre 2009-15 febrero 2010
Hendrick Avercamp: IJspret
Rijksmuseum, Amsterdam
http://nl.wikipedia.org/wiki/Hendrick_Avercamp