Llueve en Deventer, llueve.
Yo no
necesito soñar con la lluvia tierna,
compañera fiel en
los días grises
lejos de las
cálidas aguas del sur.
Su presencia es
llanto
que me adormece
con su melódico
batir en la
ventana,
trae cerca
el rumor del mar
y asusta a
los pájaros negros
que hacen nido
en mis sueños.