La
tromba destapa las deficiencias de Málaga en arroyos y alcantarillado
Tras la tromba del sábado, los barrios
de Ciudad Jardín, Los Asperones, El Limonar y, en menor medida, El Palo,
Carretera de Cádiz o el Centro aparecen cubiertos de cañas y barro. Toca hacer
limpieza general y balance del desastre, con numerosas viviendas, locales,
coches y sedes de instituciones afectadas. El día después del diluvio, SUR
recorre los escenarios de la riada.
La avenida de las Postas, en Parque del
Sur, se parece más al cauce -casi seco- de un arroyo que a una calle de la
ciudad. Hay rocas y barro por todas partes y los operarios se afanan en desenterrar
las ruedas de los coches que todavía permanecen aparcados en batería, para que
la grúa se los pueda llevar. Uno de ellos es el de Alfonso Moreno, que vive
allí desde 1973 y asegura que nunca había visto nada parecido. «No quiero
arrancarlo porque tiene arena hasta el motor y temo que se rompa», explica.
El agua sigue fluyendo camino abajo, en
dirección a la calle Lorenza Correa. «Es que no para de manar agua de Los
Montes», comenta un vecino, que sigue el desarrollo de las tareas de limpieza.
La vía está cortada al tráfico. El embovedado del arroyo que conforma este eje
se ha hundido por varios flancos, y se ha improvisado con grandes rocas un
canal para conducir el riachuelo hacia una gran tapa de registro. En el barrio,
todo el mundo tiene la misma versión de la causa: el encauzamiento se taponó y
el río buscó su cauce por la superficie.
En el extremo más bajo, ya junto a
Lorenza Correa, el aparcamiento para residentes se ha convertido en la tumba de
una veintena de coches y motos que estaban estacionados en la segunda planta.
Todavía no han empezado a desaguar y el nivel llega al techo. Varios afectados
llevan prismáticos para tratar de ver, desde la orilla en que ha quedado
convertida la rampa de acceso al garaje, algún atisbo de sus vehículos. «Tenía
el coche de mi padre y una moto, y los dos han quedado cubiertos de agua. Ahora
estamos sin medio de transporte», se lamenta Mario Maraval, trabajador de
Telefónica. «Cuando nos dimos cuenta de lo que pasaba no me permitieron ni
entrar al aparcamiento. Había un remolino en el hueco de la escalera y ni
intenté bajar». En ese momento llegan los bomberos, que van a llevar una bomba
de achique para permitir, al menos, que se pueda volver a estacionar en este
recinto.
En Los Asperones las cañas y el barro acumulados
en las casas y en las calles son el escenario en el que cientos de personas se
afanan por recuperar la normalidad. Una vivienda, situada en la zona más baja,
ha quedado gravemente afectada, como también sucede con una iglesia evangélica
y un centro social. En total, unas 20 viviendas están afectadas, y sus
ocupantes han pasado ya la primera noche fuera de sus hogares. No será la
última. La mayoría han optado por quedarse con familiares y amigos, cerca de
sus casas, y ahora tratan de retirar el lodo y recuperar los enseres para
volver cuanto antes. La mayoría se amontona en grandes montones de basura,
porque son irrecuperables. «Con la casa así no podemos estar, hemos tenido que
tirar hasta el colchón», exclama uno de los damnificados, que muestra la
magnitud de los daños en su vivienda. El camino que pasa sobre el encauzamiento
de uno de los dos arroyos que se desbordaron también está dañado, por lo que
una parte permanece acordonada.
En El Limonar, el principal frente de
batalla está en el colegio Madre Asunción, que ha quedado cubierto de barro y
con los bajos anegados. Pero con la riada ha llegado también una ola de
solidaridad al barrio. Decenas de padres, alumnos y antiguos estudiantes, junto
a los profesores y las monjas que gestionan el centro, se han remangado y
llevan todo el fin de semana trabajando codo con codo para limpiar las
instalaciones y poder continuar con las clases. Llegan armados con escobones,
mangueras y palas, y cuentan además con el apoyo de una excavadora del
Ayuntamiento y de un camión cuba. «Hay gente que lleva aquí trabajando desde
las siete de la mañana», explica uno de los padres, que ha pasado por una
tienda para comprar una pala y una fregona.
Los paseos de Miramar y Limonar,
transformados en improvisadas avenidas del desbordado arroyo Toquero,
confluyeron en el paseo de Sancha y en Pintor Sorrolla, primero, y en el paseo
marítimo Pablo Ruiz Picasso, después. La desembocadura de la riada se convirtió
en un lodazal. Ayer, operarios municipales y de empresas contratadas se
afanaban en retirar las montañas de barro y cañas para permitir que los
vehículos circularan con normalidad. En el paseo de Sancha, dos garajes
quedaron anegados por el barro. Uno de ellos está en superficie, por lo que no
afectó a los vehículos. En el otro, sin embargo, el agua marrón llegaba ayer
casi hasta el borde de la entrada, afectando a una decena de turismos. «El
arroyo se desbordó, saltó el puente y empezó a entrar en la urbanización. Desde
las inundaciones del 89 cada vez que llueve fuerte observamos el agua. A
nosotros nos dio tiempo a sacar el coche pero otros no pudieron, porque iba
rapidísimo», narra Marién Juárez.
El barrizal va desapareciendo poco a
poco de la calzada al alejarse de la zona del Limonar. Las desembocaduras de
los arroyos Jaboneros -que marca la frontera imaginaria entre Pedregalejo y El
Palo- y Gálica -que delimita al este la barriada malagueña- amanecieron llenas
de barro y cañas. Aunque el caudal ya había dismuido considerablemente, el agua
aún bajaba con fuerza hacia el mar. «¡Esto no es nada comparado con lo de ayer
(por el sábado)!», comenta un vecino. El paseo marítimo ha quedado cubierto por
una pátina de barro y las playas se encuentran descarnadas.
El centro de Málaga recuperó ayer poco a
poco la normalidad, aunque el rastro de la tromba aún era patente en distintos
puntos como el parking subterráneo de la avenida de Andalucía y varios locales
comerciales que se anegaron cuando el agua cubrió por completo el entorno de la
calle Hilera y las alcantarillas no daban abasto para desesperación de los
afectados.
Similar era ayer la situación en la
Carretera de Cádiz. En cuanto volvió a llover por la mañana se reprodujeron las
considerables balsas de agua en el eje formado por las avenidas Héroe de Sostoa
y Velázquez , aunque sin llegar a los extremos del sábado, cuando la
acumulación de agua obligó a interrumir la circulación desde Juan XXIII hasta
el Torcal. «Llevo 12 años trabajando aquí y jamás había visto esto; desde que
hicieron las obras del metro cada vez que llueve con fuerza tenemos problemas»,
denunciaba Ramón López, empleado de la gasolinera Alaska. Las sospechas sobre
si los trabajos del suburbano han mermado la capacidad de las alcantarillas
eran ayer generalizadas. «El agua nos llegó a la puerta. Antes no se formaban
tantas balsas», recalcó Francisco Fernández, de la cafetería La Paloma.
Ajenos a la polémica, los bomberos se
afanaban ayer en retirar los enormes árboles que se desplomaron en el patio del
colegio Santa Luisa de Marillac, que finalmente podrá abrir hoy sus puertas.
Causas: El
embovedado reventó en al menos dos puntos al formarse un tapón por el
desprendimiento de rocas en Monte Dorado y el arrastre de objetos depositados
en el arroyo. Los operarios hallaron una lavadora y una rueda de camión que
fueron abandonados en el cauce, y que agravaron el tapón.
Causas: Al
desbordarse uno de los arroyos, el agua arrastró dos grandes cubas de obra
(como si fueran contenedores), que fueron a parar a los ojos de buey y formaron
un tapón junto a las ramas y las piedras que llevaba la corriente.
Causas: El
cauce, que llegó a alcanzar una cota de 3 metros, se desbordó en el puente de
Don Wifredo y convirtió los paseos de Miramar y Limonar en dos arroyos más.
Causas: Las
alcantarillas fueron incapaces de evacuar toda el agua.
1 comentario:
Querida Pilar, cuando la lluvia dice de caer en la zona Levante-Sureste y coge a Málaga es una catástrofe.
Claro, las infraestructuras no se encuentran preparadas para avenidas como la que narra el periódico, construcciones y porquería llenan los cauces secos y pareciese que jamás va a caer ni una gota de agua. Cuando lo hace, el mal está servido en bandeja.
Menos mal que en Septiembre, cuando estuviste en tu tierra, no llegó a afectarte con la intensidad que ha sucedido ahora.
Además, el cambio climático se percibe con una firmeza cada día más potente. En el aeropuerto de Málaga también ha habido un tornado que ha arrasado gran parte de instalaciones menores.
Bueno, parece que estamos en EEUU.
El respeto a las salidas de agua naturales en las zonas semidesérticas se debe respetar siempre. En caso contrario suceden estos eventos.
Lo siento por tu familia que directa o indirectamente padecerán las consecuencias.
Bien, ya sabes que en Abril estás invitada a la visita del nuevo Rijksmuseum. Concretaremos el día para que te encuentres en Los Paises Bajos.
Un fuerte abrazo, querida Pilar.
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