domingo, 29 de junio de 2008

El comienzo

Todo empezó en el verano del 72. Había ganado Vicky Leandros el Festival de Eurovisión y Fórmula V subía en las listas de éxito anunciando lo bueno del verano. En la costa, las suecas hacían su agosto entre los españolitos de a pie. Todo normal, nada hacía presagiar que este año daría a muchos un giro en sus vidas.

Yo trabajaba en una empresa constructora como secretaria de dirección. Acababa de estrenar un despacho, con el descubrimiento sensacional del momento: una computadora austera y bastante descomunal que pretendía aliviarme el trabajo y, para rematar la decoración, me colocaron un aparatoso fax, de líneas maduras y con mucho ruido.

Desde hacía varios años la empresa participaba en un intercambio internacional de estudiantes universitarios en periódo de prácticas. Después de haber dado esta posibilidad a un americano –muy preocupado por su inminente envío a Vietnam- este año nos tocaba en suerte uno de los Países Bajos, que entonces daba la sensación de estar más lejos que hoy. Yo, de Holanda sabía poco y mal: nieves, quesos, zuecos, y –de oídas- que Amsterdam era una ciudad perversa donde existía un puro libertinaje.

La llegada de un estudiante de arquitectura y, según constaba, soltero, despertó la curiosidad entre las compañeras de la oficina, pero de algo debía valerme estar cerca de la Dirección como para no aprovecharme de sus ventajas: fui yo quien se dedicó al holandés y le puse al tanto de todo lo que debía interesarle. No me extenderé en detalles sobre las lecciones, pero fueron variadas y didácticas. Él me contó de su país y yo le hablé de Gibraltar, le hice ver que el mar más azul está en el sur, le dí a conocer el ambiente de la Feria, le instruí en el lenguaje y, al igual que Jaime Morey en su canción, yo también le hablé de un lugar que brillaba más cuando amanece.

En nuestro pequeño mundo de entonces la vida siguió. El conservatorio de Málaga adquirió el rango universitario, por vez primera una mujer llegó a la alcaldía de un ayuntamiento malagueño. El Lute fue herido en Cártama. La ruleta del tiempo seguía imparable. Hubo que enfrentarse a lo duro de una realidad sin preguntas ni promesas. Las vacaciones llegaban a su fin y empezaban a sentirse los últimos coletazos del gobierno a un año de Carrero Blanco. Todavía nos quedaba sufrir la tragedia de un septiembre negro en Munich. Todo me hacía ver que el verano se estaba cobrando sus divisas.

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