domingo, 29 de junio de 2008

El compromiso



Por fin llegaban las Navidades, pero esta vez algo me decía que yo no iba a estar en Madrid como en años anteriores. Era ya una costumbre que todos conocían muy bien: en estas fechas pasaba siempre unas semanas con mis tíos. Su casa cerca de la Castellana y Serrano me ofrecía inmensas posibilidades que aprovechaba para salir a teatros, cines, museos, guateques y -¡cómo no!- El Corte Inglés y también Galerias Preciados. Sin embargo ahora sería diferente. Después de que el verano acabó y pusimos fin a las lecciones, las cartas fueron nuestro único contacto hasta que recibí la que me anunciaba su llegada. Y así pasó que esas Navidades cambié el reloj de la Puerta del Sol por una promesa de compromiso.

Empezó enero y yo volví a quedarme sola. Mientras mi holandés seguía los últimos pasos de su carrera yo intentaba hacer comprender a mi padre que no sería Málaga el sitio elegido para mi boda. España entraba en crisis y yo también la sufrí. La autoridad paterna se regía por un gobierno dictatorial que no admitía conversaciones. Sus leyes eran: de casa no se sale como no sea del brazo de tu padre y de blanco. De poco me sirvió que ese año bajara la mayoría de edad de la mujer de 25 a 21 años. ¡En casa no se votaba! La situación era tensa. Franco nombra por primera vez un presidente de gobierno, la guerra de Vietnam llega a su fin, el petróleo se hace escaso ... ¡palabras, palabras, palabras! ...

En el estrépito de aquellos días me refugié en las letras, y los meses me fueron llenando de tiempo y cartas que me presentaban el futuro en una dimensión diferente. Mientras tanto, entre mi padre y yo, los argumentos erosionaban el sentir y me hacían olvidar mis imágenes de niña dejando trazos de soledad desconcertada entre nosotros. No hubo tregua, la fecha quedó fijada para el 28 de junio. Unos días antes volaba con mi madre hacia Holanda, a bordo nos acompañaba "Eres tú" de Mocedadades.

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