lunes, 30 de junio de 2008

Las tentaciones de una cocina



Los holandeses no son esclavos de la cocina y comen para vivir. Son pocas las horas que dedican a algo tan rutinario como es el comer. Quizás sea su herencia calvinista lo que determina esta condición. Sin embargo, hay una circunstacia en el año cuando parecen darse cuenta que este principio no está reñido con el poder gozar del placer que les ofrece un buen plato, y dejan a un lado los arenques crudos, las patatas guisadas, la sopa de guisantes y tanta comida asiática e importada. Sin lugar a dudas el momento culminante en el que se muestran un algo alquimistas entre sartenes y cacerolas es el día de Navidad. Para esta ocasión el holandés olvida su mesurado carácter y se entrega a las tentaciones que le ofrece el arte de cocinar, con un derroche al que no nos tiene acostumbrados. Sobre la mesa este día habrá una muestra de lo que son capaces, sin detenerse en el tiempo que le exige su elaboración. Carnes y pescados son tratados con la percepción del artísta, que los dota de sabores, oleres y texturas como si una propia obra pictórica fuera.

Pero además de los clásicos de siempre, estará lo que es típico de estas fechas en Holanda y que es una muestra de su dedicación a lo dulce: mazapán de colores y galletas de chocolate para colgar en el árbol, y el pan de Navidad relleno de una pasta de almendras y pasas. Y como capítulo aparte, los oliebollen en Nochevieja y Año Nuevo, buñuelos de aceite que llevarán también pasas y trocitos de manzana o jengibre. Todo holandés que se precie, sabe poner en práctica esta receta que exige destreza y tiempo. La masa de harina, huevos, leche y levadura debe de reposar antes de freir en aceite bien caliente. Con la ayuda de dos cucharas se van haciendo bolas que dejaremos tomar color en el aceite. Se les deja escurrir y se espolvorean con azúcar lastre. Una buena bandeja de estos oliebollen no deben faltar en ninguna casa holandesa la noche de fin de año, a la que se le dará un sitio privilegiado y al alcance de todos, mientras se espera a que den las doce en el reloj.

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