lunes, 30 de junio de 2008

De cumpleaños





Todo tiene su tiempo, todo necesita su lenguaje; también se necesitan ambas cosas para intimar con un paisaje, con un país. Así que, cuando llegué aquí, seguí lo que me propuse: ver el lado positivo de una situación aún sin programar y hacer todas las cosas que eran diferentes un poquito mías. Ese impulso ha dado buenos resultados y todo lo que tenía Holanda de extraño, de desconocido, es ahora complicidad y comprensión. Sin embargo, los holandeses no dejan de asombrarme con algunas de sus costumbres y comportamientos. Entre uno de éstos está su entusiasmo por el color naranja y por colgar en las fachadas de sus casas la bandera nacional. La he visto a media asta el día de los muertos en la II Guerra Europea, la he visto alegre ondear abanicada por el viento el día que celebran la liberación de los alemanes; la veo con frecuencia al final del curso para festejar la entrega del diploma ... Y la veo también en todas las calles, en todas las fachadas, todos los años el 30 de abril en el cumpleaños de la reina Beatriz. Esta vez acompañada de una cinta naranja, símbolo de la Familia Real.

Ese día tan especial, con aires de tímida primavera, empieza con un mercado libre, un variopinto rastro en todas las ciudades holandesas, siendo el más concurrido y nombrado el de Amsterdam. Ya desde el comienzo de la noche anterior van llegando los primeros vendedores que quieren tener la seguridad de conseguir un sitio preferente. Mayores y niños colocan su mercancía sobre una manta en el suelo y tratan de vender todo lo que encontraron al hacer su limpieza anual en el desván de su casa. La mitad de los holandeses vende sus trastos a la otra mitad. ¡No he visto nunca tantos cachivaches juntos!

El punto culminante de la jornada es la visita de la Reina –que luce como es su costumbre un deslumbrante sombrero- a una o dos ciudades, cada año diferentes. Hay un itinerario engalanado con banderitas y adornos en naranja: globos, lazos, guirnaldas, incluso refrescos y tartas son de ese color para no desdecir el nombre de los Oranje. Por todo el recorrido que hace la reina, acompañada de su familia y del Alcalde de la ciudad, hay puestos donde se exhiben trabajos artesanos, se hacen juegos, bailes, todo acompañado con música y el grito cantado, al paso de la Reina, de ¡Arriba Oranje!, ¡Arriba Oranje! y ¡Viva la Reina! La verdad es que pocas veces se ve tanta animación en las calles. Los holandeses disfrutan de este día libre que muchas veces se ve amenazado por el mal tiempo pero, a esto ¡ya están también acostumbrados!

Hasta aquí el cumpleaños de la Reina, porque, en lo que toca a los de casa, los nuestros son de una manera diferente aunque también al estilo holandés. En mis tiempos en Málaga no era muy aficionada a celebrar el cumplir años y los cambiaba con gusto por el día del Pilar, hasta que llegué a Holanda donde no hay santos y tuve que cambiar el calendario. También en esto de las celebraciones vi que eran diferentes.

Para empezar, hay que conocer un detalle de las casas holandesas. En ellas, además del cuarto de baño general existe otra habitación, más bien un cuartito de un metro cuadrado escaso con un wc y un lavabo pequeñín, a donde son dirigidas las visitas cuando necesitan aislarse unos momentos. En estos minusculos apartados, [también usados por los miembros de la familia] a las que aquí le dan el nombre de "toilet", cuelgan -preferentemente detrás de la puerta- un calendario donde anotan los cumpleaños de familiares, amigos y buenos vecinos, y a todos aquellos que acostumbran felicitar. De esta manera, diariamente puedes estar al tanto de las fechas de cumpleaños sin olvido posible y, además, entretienes esos momentos en que estás ahí sentado……..

El cumpleaños se celebra en casa. Algunas visitas suelen venir también por la mañana, a la hora del café a eso de las diez; otros llegarán por la noche para las ocho y media. Se empezará con café y tarta, repitiendo una o dos veces y acompañando cada taza de café con un bombón, o se pasa la caja de galletas cerrando y retirando la caja a continuación. No vaya a haber un descuido ... Esto está a cargo de la señora de la casa. Una vez retirado el servicio del café, llega el turno del caballero de encargarse de las bebidas fuertes. Por supuesto que lo necesario para satisfacer el estómago vuelve a correr por cuenta de la mujer. Todos estarán sentados alrededor de la mesita baja y así pasarán la noche. Una cosa muy curiosa es que no sólo el homenajeado es felicitado sino también el resto de la familia, amigos e incluso vecinos que estén presentes, bien dando la mano o besando. En este caso, no hay que olvidar que deben ser tres besos, si se olvida uno se corre el riesgo de quedarse con la mejilla tendida a la espera de no sé qué. Con los regalos no se complican mucho. Es costumbre que hagas saber tus preferencias, para lo cual ya se habrán informado preguntándote con antelación si tienes una lista con tus deseos.

Esta manera de celebrar el cumpleaños cambia cuando lo que se celebra es el 50 aniversario. Al llegar a esta edad se dice que "se ha visto a Abraham o a Sara", según sea un cumpleañero o cumpleañera. Al acercase la fecha, los vecinos – los que te distingan con su amistad - hacen un muñeco del tamaño de una persona al que adornan con detalles que reflejen algo del festejante, bien en la manera de vestir o algo relacionado con sus aficiones o trabajo. Este muñeco que colocarán en la puerta de la casa, en la terraza o en el jardín a la vista de todos, quedará allí durante unos días, para deleite de los pasantes.
Como muy bien podréis comprender, cuando se acercaba el día tenebroso en que cumpliría 50 años, procuré correr un tupido velo sobre la fecha de mi cumpleaños. No estaba dispuesta a correr el riesgo de que me plantaran una muñeca, vestida de gitana, con peineta y palillos, con un cartel de "Viva España" en el jardín de mi casa.

1 comentario:

Tatiana dijo...

Hola Pilar, que placer leer un blog en tan buen castellano como el tuyo.
Yo también resido en Deventer, soy peruana y como a tantos migrantes me resulta complicado el aprendizaje del idioma y la integración a una cultura distinta a la mía.
Hace un año que vivo en esta ciudad pequeñita, donde todo queda tan cerca y los negocios cierran puertas tan temprano......
Gracias por traducir en palabras lo que parecen mis propias vivencias.
Tatiana